´´Lucas estaba trabajando en el puerto, escuchando la radio. La escuchaba de fondo, como quien necesita un poco más de ruido para enfrentar la monotonía. De pronto algo le llamó la atención. Un texto, de una piba, de un taller. Leído por un tipo más grande y más famoso. Escuchó atento, conmovido por la crudeza y descolocado por la sinceridad. Cuando el texto terminó, tomó nota del nombre del taller y se inscribió. Tenía 22 años y se decía a sí mismo que no quería ser escritor, mucho menos poeta, que él quería escribir y nada más. No le dije ese día, ni nunca, que a la literatura le importa muy poco lo que uno quiere ser y que escribir es todo lo que se necesita para ser escritor. Escribe poesía porque “mi cabeza dicta así, en verso”. Pasaron siete años y Lucas nunca paró. La mujer amada, la penumbra de la mañana, la mujer perdida, el atardecer que no resuelve nada. Un día se decidió a corregir, a editar sus mejores poemas. Así nació “Late Zarpado”, el primer poemario de @poetacarpintero
Dejo tres, porque Lucas no necesita más presentación que su propia poesía.
***
La foto donde nos abrazamos
ahora está boca abajo,
pero seguimos sonriendo
con muecas compañeras
que todavía no conocen
los gestos de la intermitencia entre
el amor caído y la angustia en alza.
Sigo escuchando
las canciones que cantamos,
de madrugada, cuando doy vuelta la foto.
El cuaderno que escribíamos
está en el cajón,
todavía huele a tu perfume y al mío
en una mezcla precisa
que todavía no huele a melancolía.
***
Cada vez que despierto todo está quieto, apagado,
pastizales sin brisa de yuyo amargo
la hierba alta inmóvil crece, me oculta y entierra,
el sol es un sol a medias
que ni siquiera calienta.
Cuando despierto, es otro día de árbol hueco
de puño sin fuerza.
Aun así, quiero despertar.
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Juan Sklar, sobre Late Zarpado, de Lucas Morales