Una adolescente en conflicto con su padre es internada en una clínica para personas con trastornos alimentarios. A su regreso, el único en quien parece poder confiar es en Edilio, un chico que ya pasó por un instituto de menores y que tiene sus propios problemas, y en Lena, que sigue internada y está incomunicada por no querer aceptar los alimentos.
La historia se nos presenta con varias intrigas: ¿cómo murió la hermanita de Edilio? ¿Por qué internaron a la protagonista? ¿Tenía un trastorno alimentario o hacía una huelga de hambre? ¿Qué sucedió durante la noche del robo? Pero la verdadera pregunta que plantea Patadas en la boca es: ¿Se puede confiar en alguien? ¿Alguien dice la verdad?
“Una narradora que no habla de más y tiene conciencia de que el modo de decir importa, que sabe perfectamente cuándo pasar de un tema al otro y logra así ir construyendo la intriga y una narración atrapante, que nunca clausura los sentidos; una narradora cuya voz remite a algunas novelas de formación como El guardián entre el centeno, Demian o La campana de cristal”.
Lara Segade