´´Odio este libro. Lo empecé a leer por el anteúltimo cuento (“Freaks”) y me pareció excelente. Sucio, oscuro, resentido y a la vez lleno de amor. Y después agarré otro cuento. “Elegidas”. Mejor todavía. Deformes, putos, mujeres cogiéndose cadáveres a la luz de la luna. Un calor opresivo, bichos por todos lados. Una prosa cargada pero que avanza sin parar. Seguí leyendo. “Lorena”, “Invasiones”, “Sacrificios”. La narración seguía siendo magnética, el mundo fétido, la violencia imparable. Pero algo no me cerraba. Todos los malos eran siempre ricos, varones o blancos. Lo cual no está tan equivocado, si no fuera porque la lógica del mal con la que estaban trabajadas las historias era la de los cuentos de terror fantástico. No me interesa un libro que deja perfectamente en claro quiénes son los malos y quiénes son los buenos. Quise dejar de leer. No pude. Había algo que derrotaba mis objeciones conscientes. Leía y le mandaba mensajes inflamados a mis alumnos. Este libro es excelente, este libro es una mierda, este libro es asco, léanlo. Terminé todo el libro y llegaron dos cuentos más que me encantaron. “Pietá” y “Sanguijuelas”. De pronto ya no era todo tan claro. Aparecieron las mujeres cómplices y la maldad se coló hasta en la infancia. El calor pegajoso, los insectos y la muerte, la venganza y el resentimiento invadieron todo. Nadie queda a salvo en “Sacrificios humanos”
Y me quedé pensando. ¿Desde cuándo pretendo que los libros confirmen mi visión de las cosas? Yo quiero literatura que me pegue una trompada, no que repita como un eco lo que yo ya pienso. Que me deje en silencio un rato y después me fuerce a repensar todo.
En algún momento consideré tirar “Sacrificios humanos al tacho” y dejarlo entre la mugre, los gusanos y la carne podrida. Pero de eso se alimenta. Si lo dejás entre la basura, va a crecer hasta cobrar vida, va a romper la bolsa y te va a asesinar mientras duermas.´´
Juan Sklar, sobre Sacrificios humanos